Karla Leanne Homolka también conocida como Karla Leanne Teale (nacida el 4 de mayo de 1970 en Port Credit, Ontario, Canadá) es una asesina en serie canadiense que atrajo atención internacional cuando fue encarcelada por homicidio en el caso de violaciones y asesinatos de dos chicas adolescentes. Su esposo, Paul Bernardo fue sentenciado a la máxima pena de cadena perpetua como responsable en la violación y asesinato de tres chicas adolescentes, además de decenas de violaciones y abusos sexuales contra mujeres. Entre las víctimas, se encontraba Tammy Homolka (hermana de Karla), violada y asesinada por Bernardo en la navidad de 1990.[1] En compensación a su testimonio completo contra su marido, se le otorgó una sentencia reducida escapando así de la pena recibida por su marido. Fue encontrada culpable de homicidio y fue sentenciada a 12 años de cárcel. Actualmente vive en las Antillas,[2] en una ciudad desconocida junto a su hijo y su actual esposo, Thierry Bordelais.
Conocida como “La viuda negra de La Porte”, asesinó a más de 14 niños y hombres entre 1896 y 1908.
Belle nació en Noruega en 1859, pero en 1883 emigró a Estados Unidos. Al poco tiempo de estar viviendo allí se cambió de nombre.
Al parecer su motivo era el de recolectar dinero y objetos de valor, así como eliminar testigos.
Contactaba a hombres solos por medio de anuncios en periódicos, los llevaba a su granja donde los asesinaba, descuartizaba y se deshacía de los cadáveres envolviéndolos en sabanas para después enterrarlos alrededor de su granja,
Buscando fingir su muerte para cobrar un seguro, el 24 de abril de 1908, incendió su granja lo que terminó con la vida de sus hijos.
Después del incendio encontraron un cuerpo de una mujer, los vecinos de los alrededores la reconocieron y dijeron que el cadáver no era de Belle.
No se sabe con certeza si murió en el incendio o logró escapar sin dejar rastro, pues no hay registro de ella después de esa fecha.
En la víspera de la Navidad de 1989, el cuerpo de un hombre llamado Richard Mallory fue encontrado en los bosques de Daytona Beach, en el estado de Florida. El cadáver tenía tres impactos de una pistola calibre 22.
Un año después, otros seis cuerpos asesinados en forma similar habían sido descubiertos. Todas las víctimas eran hombres de mediana edad que aparecieron muertos cerca de alguna ruta o camino. Todos habían sido robados y asesinados con una pistola calibre 22.
El FBI sospechó desde un comienzo que los crímenes habían sido perpetrados por una o dos mujeres con rasgos de asesinas en serie. El móvil de los homicidios, sin embargo, no estaba en absoluto claro.
En diciembre de 1990 se obtuvieron los primeros retratos hablados de la posible pareja de asesinas en serie. No pasó mucho tiempo antes que diversos testigos reconocieran en ellos a Tyria J. Moore, de 28 años de edad, y a Aileen Wuornos, de 34. Ambas vivían a la deriva en diversas localidades del estado de Florida y eran amantes.
Aileen Carol Wuornos había nacido en Rochester, Michigan, el 29 de febrero de 1956. Hija de padres adolescentes que se separaron meses antes de su nacimiento, Aileen quedó al cuidado de su madre, Diane, al igual que su hermano mayor Keith.
asesinaron a más de 40 personas en 1912. Las atraían a su casa y las lanzaban por una trampilla al sótano.
Poco se sabe de la madre y la hija de Estonia, Ivanova y Olga Tamarin, pero parecían estar al frente de un grupo organizado de ladrones y asesinos en serie con tendencias caníbales. Las mujeres fueron detenidas en 1912, después de la policía encontrara una serie de cadáveres, completamente mutilados, en un bosque cercano. Muchos testigos aseguraban que habían visto entrar a varias de las personas desaparecidas en la casa y nunca habían regresado.
Tras sitiar la casa y arrestar a las asesinas, la policía encontró 27 cadáveres en el sótano, así como un gran número de relojes, carteras y otros artículos de valor. Siempre llevaban a cabo el mismo modus operandi: Olga, de 17 años, atraía a las víctimas hasta la casa. En el comedor, había una trampilla oculta por la que las víctimas se precipitaban al sótano, del que nunca más saldrían. En la casa se encontraron todo tipo de instrumentos para llevar a cabo sus masacres.
Las mujeres confesaron estar al frente de una banda que, durante esos últimos meses, había robado y asesinado a 40 personas. Además, identificaron a otros 30 campesinos miembros de la banda, que también fueron arrestados, mientras que otros nueve consiguieron escapar.
Nacida en Boston en 1854 (su nombre original era Nora Kelly), su madre murió cuando era aún una niña pequeña y su padre, un sastre, fue internado en un hospital psiquiátrico por tratar de coser los párpados de Nora. Pasó un breve tiempo en un orfanato y después se fue a vivir con la familia Toppan, quienes le cambiaron el nombre a Jane aunque jamás la adoptaron formalmente. Creció resentida con su madre adoptiva, quien era abusiva con ella y odiaba a su hermanastra Elizabeth, la consentida de la familia. A pesar de esto, llevó una vida más o menos normal hasta que, siendo una mujer joven, fue abandonada por su prometido, lo que le produjo una crisis nerviosa tras la cual trató infructuosamente de cometer suicidio.
En 1885 entró a la escuela de enfermería donde solía obtener excelentes notas, aunque algunos se sorprendieron por su excesivo interés en las autopsias. También comenzó a experimentar con los efectos de la morfina y de la atropina en los pacientes e, incluso, fue recomendada para trabajar en el prestigioso Massachusetts General Hospital. Eventualmente, fue dada de baja después de que dos pacientes murieron misteriosamente mientras se encontraban bajo su cuidado aunque otras fuentes mencionan que fueron varias docenas.
Tras este breve traspié, comenzó a trabajar como enfermera privada con cierto éxito, a pesar de algunas quejas de sus empleadores por pequeños robos. Aún así, era considerada una enfermera tierna y sensible quien regularmente se hacía cargo de los ancianos enfermos de las familias acomodadas de Boston. Sin embargo, demasiados pacientes morían bajo sus cuidados cuando les administraba sus “pócimas especiales”. A lo largo de dos décadas Jane acumuló un número incontable de víctimas que sucumbieron a sus mortíferos cocteles de morfina. Se dice que fueron 31 muertes, pero en realidad el número pudo haber sido mucho mayor.
Jane no solamente mataba pacientes. En 1895 mató a sus caseros y en 1899 a su hermanastra Elizabeth, a quien le administró una dosis letal de estricnina la cual, como se sabe, produce una muerte espantosa, con terribles dolores y convulsiones.
En 1901, Toppan se hizo cargo de el anciano Alden Davis y se instaló en su casa. Mató a la esposa y a Alden Davis, así como a dos de sus hijas. Luego regresó a su ciudad natal y comenzó a cortejar al viudo de su hermanastra (a quien Jane había matado) y asesino a la hermana de éste. Luego envenenó a su pretendido para poder hacerse cargo de él y devolverle la salud. Incluso, se envenenó a sí misma con el objeto de provocar la lástima de el pobre hombre. Sin embargo, el engaño no funcionó y fue expulsada de la casa.
Para entonces, las sospechas en torno a esta mujer habían crecido considerablemente y los sobrevivientes de la familia Davis pidieron un examen toxicológico de la hija menor del difunto Alden Davis. El examen, como es lógico suponer, demostró que ésta había muerto de una dosis letal de atropina y morfina.
Finalmente, Jane Toppan fue arrestada el 29 de Octubre de 1901.
Estando bajo custodia, Jane confesó haber cometido 31 asesinatos aunque se piensa que un número más realista sería entre 70 y 100. En el juicio, llevado a cabo en 1902, los médicos declararon que Jane Toppan había nacido con una “débil condición mental”. Estando en la corte, Jane dijo: “Esa es mi ambición. Matar más gente (más gente indefensa) que cualquier otro hombre o mujer que haya existido jamás”.
A pesar de todo esto, fue hallada no culpable por razón de insania (locura) y fue enviada al asilo de Tauton, en Massachusetts en donde pasó el resto de su vida hasta que murió, en Agosto de 1938 a la edad de 84 años.
Aunque los trabajadores del hospital la recuerdan como una anciana callada y tranquila, aún tenía fantasías homicidas. Algunas de las cuidadoras recuerdan haberla oído decir: “Traiga algo de morfina, querida, y vayamos al pabellón. Usted y yo nos divertiremos muchísimo viéndolos morir”
Su nombre era Elizabeth Bathory y fue la mayor asesina en serie de la historia mató a 616 mujeres. Según esta noticia, el récord indiscutible de asesinatos en manos de un psycho-killer pertenece a una mujer, lo que no deja de ser curioso, habida cuenta de que se asocia al asesino en serie con un perfil más… digamos… masculino. El personaje en cuestión es Erszébet Báthory, mejor conocida por la traducción al inglés de su nombre: Elizabeth Bathory.
Se afirma de ella que pertenecía a la nobleza húngara, pero esto, en una época en donde los nacionalismos estaban harto mal definidos, es inexacto. Nació y vivió en Hungría, pero a su vez estaba emparentada con Esteban Báthory, nada menos que rey de Polonia, al tiempo que formaba parte de esa nebulosa entidad política que era el Imperio Habsburgo. Desde pequeña mostró una cierta tendencia a ser taciturna, lo que se agravó con algunas malas influencias familiares. Un matrimonio no particularmente desgraciado, pero sí algo conflictivo (en particular por los recelos del marido ante las peregrinas alteraciones psicóticas de la mujer), sumada a la tiranía de una suegra hábil en el arte de amargarse la vída a sí misma y a los demás, ayudaron a terminar de trastornarle la cabeza.
Erszébet, mujer culta e instruida en una sociedad en donde sus congéneres femeninas apenas sabían leer y escribir, se aburría de lindo ante una suegra que le impedía toda diversión. Descubrió entonces que tomar doncellas, forzarlas a tener relaciones lésbicas, y clavarles alfileres para hacerlas retorcerse de dolor, era una efectiva manera de descargar tensiones. Este deporte se fue agravando con el paso del tiempo, pero en su condición de mujer noble, pudo reunir una pequeña corte o camarilla que se encargó de buscar víctimas ente las chicas pobres de los alrededores. Mientras duró el brutal régimen de terror de la condesa Báthory, los alrededores de su castillo en muchos kilómetros a la redonda llegarían prácticamente da despoblarse de mujeres.
Lo peor vino cuando, a consecuencias de un infausto accidente, Erszébet “descubrió” que la sangre de las doncellas jóvenes la hacía verse más joven. Montó entonces una verdadera industria de faenamiento de doncellas, desangrándolas y bañándose en su sangre, lanzando gritos como una loca posesa.
A pesar de sus esfuerzos por disimular la larga serie de perversiones sexuales, torturas y asesinatos de doncellas, los rumores corrieron. Aunque intentó mover influencias entre sus parientes, todo fue en vano. Su camarilla fue limpiamente capturada y condenada a la hoguera, en tanto que ella fue recluida de por vida en una habitación tapiada, con sólo una tronera para la ventilación, y una rendija para pasarle la comida. Murió tres años después, el 21 de agosto de 1614, algo superada la cincuentena. Durante los cerca de treinta años que duró su macabro imperio de terror, llevó un diario de vida en donde anotó minuciosamente los vejámenes y torturas que llevó a cabo; gracias a ello conocemos el número total de sus víctimas: 616 mujeres.
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